Después, la gran prensa, pasó de soslayo y apenas se ha hecho eco de un hecho diferencial, como es el encarcelamiento de ejecutivos de la banca islandesa y empresarios, así como del inicio de procesamiento de Geir Haarder, ex primer ministro del último gobierno neoliberal islandés.
Y ahora, vuelven a silenciar el exitoso resultado del posicionamiento del nuevo gobierno islandés, que ha seguido el camino reivindicado por su pueblo en las calles y en los referéndum, cuando se negaron a que los contribuyentes asumieran las pérdidas de los bancos, haciendo que recayeran sobre los acreedores (principalmente inversores alemanes, holandeses y del Reino Unido que han recuperado el capital invertido, aunque –de momento- no el interés especulativo esperado). Los acreedores, a cambio de asumir una quita del 70% de la deuda, controlan ahora en torno al 90% de los bancos resultantes de la refundación de los antiguos bancos deudores.
Sin duda, el modelo seguido por Islandia (no asumir una deuda que no han creado) recuerda mucho a la línea marcada por algunos países latinoamericanos que se negaron a asumir “deudas odiosas” generadas al margen de la voluntad y el interés del pueblo soberano. El caso islandés podría asemejarse al ecuatoriano, ya que Ecuador se había endeudado profundamente tras varios gobiernos de corte neoliberal (a pesar de la riqueza en materias primas que poseen), pero con la llegada del gobierno del presidente Correa la deuda pasó a ser un objetivo secundario del gobierno, pues la consideraban ilegítima e ilegal, por lo que redujeron el pago en un 70% (porcentaje que, curiosamente, coincide con la “quita de la deuda bancaria” realizada en Islandia), lo que permitió a ese gobierno invertir en educación, sanidad, infraestructuras y generar empleo. Islandia ha sabido tomar ejemplo.
Pero no es el camino elegido por Italia, Irlanda, Grecia y España. En estos países se ha optado por el rescate de la banca privada con dinero público, asumiendo el contribuyente las pérdidas especulativas y privadas del sector bancario, lo que ha generado una deuda difícilmente asumible a medio plazo si no es con el abandono de la inversión pública en lo que es la base de cohesión social y que definía a las sociedades del bienestar. La privatización de los servicios públicos está servida y conocemos los desastrosos resultados de estas políticas, impuestas por el F.M.I., en el continente americano.
La Democracia cede el poder a la Deudocracia, impuesta desde organismos no democráticos como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Pero las ciudadanas y ciudadanos, esta vez, no nos vamos a callar pasivamente pues tenemos referentes concretos en las experiencias de estos países, tenemos nuestros propios medios de expresión e información para difundirlos y, sobre todo, hemos recuperado la palabra y, con ella, la acción.
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